sábado, 7 de noviembre de 2009

El chisme en el trabajo, sutil pero efectivo

John Tierney
The New York Times
NUEVA YORK.- ¿Podrían los chismes de oficina entre adultos ser más arteros que los de los adolescentes de Gossip Girl ('Chica chismosa')?
Si le cuesta creerlo, entonces se debe de haber perdido la última edición de la revista Journal of Contemporary Ethnography . Quizás haya visto la palabra e tnography (?etnografía´) y admitió que podían ser sólo pintorescos informes sobre el Amazonas y los mares de Sur. Pero esta vez los etnógrafos han vuelto con secuencias de un ritual nativo verdaderamente salvaje: maestras de una escuela primaria del oeste medio norteamericano burlándose a espaldas de la directora.
Estos son registros de "episodios de chismes" que han sido tema de un largo debate teórico entre antropólogos y sociólogos. Por un lado, la escuela funcionalista ve el chisme como una herramienta útil para reforzar las reglas sociales y mantener la solidaridad del grupo. La otra escuela lo ve más como un intento hostil de los individuos que tratan egoístamente de promover sus propios intereses.
Pero ambas escuelas han pasado más tiempo teorizando que observando a los chismosos en sus hábitats naturales. Hasta ahora, sus diagramas de conversaciones en las que hay chismes se han basado principalmente en estudios de escenarios informales, como las conversaciones ocasionales registradas en un proyecto inmobiliario alemán y en la cafetería de una escuela media norteamericana.

Conversación mezquina
Los primeros estudios demostraron que una vez que alguien hacía un comentario negativo sobre otra persona que no estaba presente, la conversación se volvía más mezquina a menos que alguien saliera inmediatamente en su defensa. De otra manera, los insultos continuaban porque había mucha presión social para ponerse de acuerdo con los demás.
Consideremos la catarata de insultos registrada en el estudio previo sobre chismes en la escuela media, realizado por Donna Eder y Janet Lynne Enke, de la Universidad de Indiana. En la conversación de esa cafetería, un grupo de chicas de octavo grado conversaban sobre una compañera con exceso de peso y que ellas consideraban que tenía senos muy grandes para su edad:
Penny: - En el coro, esa chica estaba sentada frente a nosotros y empezamos a hacerle "muuuuuuu".
Karen: - Y nosotras continuamos "Vení acá, vaca; vení, vaca"
Bonnie: -La conozco; sí, es una vaca.
Penny: - Parece una gran vaca gorda.
Julie: - ¿Quién es?
Bonnie: -Esa chica del equipo de básquet.
Penny: - Esa pelirroja grande como una vaca.
Julie : -¡Ah, sí! Ya sé. Es una vaca.
El nuevo estudio encontró que los chismes en el trabajo también tendían a ser extremadamente negativos, pero los insultos eran más sutiles y las conversaciones, menos predecibles, según afirma Tim Hallett, sociólogo de la Universidad de Indiana.
"El chisme de oficina puede ser una forma de guerra sobre la reputación -dijo Hallett-. Es como el chisme informal, pero más rico y elaborado. Hay más matices porque la gente utiliza prácticas indirectas y la evasión. Las personas son más cautelosas porque saben que pueden perder no sólo una amistad, sino también el trabajo."
Durante los dos años que estudió la dinámica del grupo en una escuela primaria, que le permitió acceder con la condición de anonimato, Hallett descubrió que las maestras se encontraban muy cómodas con él y su cámara, hasta tal punto que insultaban libremente a sus jefes en las entrevistas individuales. Pero en las reuniones formales de maestras, en las que sabían que alguna compañera podría informar de los insultos a la directora, fueron más discretas.
En lugar de hacer críticas directas, a veces ofrecían comentarios indirectos y sarcásticos para sopesar el ambiente. También usaban otra táctica, categorizada como alabanza del predecesor.
Algunas maestras eran especialmente expertas en manejar el chisme. En una reunión, luego de que alguien se quejó por un alumno que se paseaba con su cabello peinado como cuernos ("Díganme si eso es parte del código de vestimenta"), el grupo comenzó a acusar a la vicedirectora por la falta de disciplina. El chisme pareció que iba a llegar al mismo desagradable nivel del episodio adolescente de "Ella es una vaca", hasta que otra maestra, aliada de la vicedirectora, intervino con palabras acertadas.
Primero interrumpió el ataque preguntando el nombre del estudiante que se peinaba con cuernos. Eso desvió los comentarios del grupo hacia las dificultades académicas y su extraña conducta. Luego, con habilidad, completó el rescate de la vicedirectora cambiando el tema por completo y les recordó a todas un tema disciplinario diferente, que era la culpa de alguien menos popular, la directora, que se convirtió en el nuevo centro del enojo del grupo.
Los chismes de las maestras nunca llegaron a ser tan descaradamente mezquinos como el de las adolescentes. No se llamó "vaca" a nadie, pero de alguna manera los afectos se sintieron más.
A medida que las maestras se burlaban de la directora y se quejaban de que era "asfixiante e histérica", la atmósfera se volvió más tóxica. La directora sintió que se estaba minando su autoridad con el chisme y se vengó de las maestras de las que sospechaba (correctamente) que la habían criticado. Tanto las maestras como las autoridades dejaron la escuela y las notas de los estudiantes en los exámenes empeoraron.
"El chisme sirvió, realmente, para reforzar la solidaridad del grupo de maestras, pero en este caso fue también una forma de guerra que perjudicó a todos" -asegura Hallett-. Nos recordó el viejo adagio que dice que el chisme es una lengua con tres puntas: puede herir por igual al que habla, al que escucha y al atacado."
Traducción de María Elena Rey


Recursos para evitarlo en la oficina
NUEVA YORK ( The New York Times ).- Algunos jefes han intentado convertir a la oficina en una "zona sin chismes", pero el doctor Tim Hallett, sociólogo de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, dice que es más realista tratar de manejar el problema.
Si, digamos, un rival de la oficina parece listo a criticar a uno de nuestros aliados ausentes, el doctor Hallett sugiere que hagamos "una positiva evaluación previa" de la situación.
Un repentino "¿No está haciendo un gran trabajo?" podría ser suficiente para detener el ataque.
Si su rival trata de insistir utilizando el sarcasmo indirecto -"Oh, realmente, un gran trabajo"- podemos forzar el tema preguntando con calma qué significa eso. Esa simple pregunta, un desafío, dicha con voz agradable, a menudo silenció los comentarios sarcásticos observados por Hallett.
Y si eso no funciona, este sociólogo sugiere intentar una táctica todavía más simple que fue utilizada con éxito en las reuniones de las maestras y que está siempre disponible en cualquier lugar de trabajo. De hecho, es una de las tácticas que distingue el chisme de oficina del no laboral.
Cuando la cosa se pone más dura, cuando el chisme se vuelve malvado, uno siempre tiene una vía de escape segura: "¿No hay algún trabajo que hacer acá?".

lanacion.com

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