sábado, 7 de noviembre de 2009

El "robo hormiga" causa pérdidas millonarias a los comerciantes

Franco Varise
LA NACION
Un día, Cristián tomó un paquete de galletitas de la góndola y se lo guardó solapadamente en la entrepierna. Nunca más pudo parar. Mejor dicho: nunca más pudo "parar-en-la-caja-a-pagar". Y si cumplía con ese trámite, guardaba un botín mayor entre sus ropas que, a esos efectos, empezó a utilizar bien holgadas.
El "robo hormiga", tal como se lo denomina en el rubro de los comercios, o el que protagonizan los "mecheros", en el argot policial, provocó el año pasado pérdidas por 450 millones de pesos sólo en los híper y en los supermercados, según un estudio del Grupo Hasar.
En ese reporte, presentado en agosto pasado, se indica que el consumo en la tienda es una de las modalidades más utilizadas en los últimos años y que está en franca expansión: representa el 24,5 por ciento del total de los hurtos detectados.
Los vigiladores, según una fuente del supermercadismo, encuentran todo tipo de situaciones extrañas, como personas que realizan verdaderos tours de force por las góndolas. "Empiezan por la parte de panificación, pasan por los lácteos y terminan en las bebidas; hay gente de todo tipo, pero a muchos se les nota la necesidad y son generalmente de bastante edad", dijo un guardia de una importante cadena de hipermercados.
Cristián vive en una zona de clase media de la Capital. Tiene 45 años y buen pasar. Carga, de todos modos, con la mácula de la cleptomanía, trastorno psicológico que puede resultar grave.
No quiso participar de fotos ni que se publicaran datos sobre él. "Es peor que ser un alcohólico o un drogadicto; socialmente sos una lacra y ya tuve muchos problemas", dijo a LA NACION con cierta amargura.
Según algunos estudios, un 5% de los "mecheros" identificados son cleptómanos. La mayoría son mujeres (ver aparte), aunque no existen estudios que expliquen el porqué de esta discriminación. El "hurto hormiga" trasciende la travesura de chicos y puede transformarse en una enfermedad.
Híper y supermercados, autoservicios, quioscos y librerías son los lugares preferidos. En los locales de hasta 500 metros cuadrados, según el estudio del Grupo Hasar, se imponen dos modalidades: "mercancía camuflada en ropa o maletines" (14,7% de los robos) y la de los "cajeros que hacen egresar mercadería y no facturan" (34,2%). Después, lo habitual es el cambio de códigos de los productos, complicidad del personal de seguridad o de los cajeros, y llevarse puesta ropa del local, en el caso de los autoservicios más grandes.

Con maletín propio
Eduardo Medaglia sabe de lo que habla. Es el presidente de la Unión de Kiosqueros de la República Argentina, entidad que agrupa a 120.000 comercios. "Ahora que muchos tomamos el modelo de informatización de los súper, nos damos cuenta de cuánto nos roban", dice Medaglia. "Una vez, tenía un empleado que vendía sus propios productos: venía alguien y pedía algo y lo sacaba de un maletín propio. Eso no sé cómo clasificarlo, porque no me robaba, pero usaba mi boca de venta", relató.
Los autoservicios chinos son un blanco bastante recurrente, dado que, generalmente, son manejados por familiares y no cuentan con los dispositivos de seguridad de las grandes cadenas.
Xiu Can, del autoservicio Era, de Santiago del Estero al 700, se muestra harto. "Todos los días me roban. Todos los días... Chicos de 5 años y personas de 80. Hay gente bien vestida, de saco y corbata, que quiere llevarse algo sin pagar", sostiene. En Era, utilizan 16 cámaras que Xiu Can mira con obsesión cada minuto. "A muchos ya los conocemos y vienen todos los días; una vez, encontramos a una señora que se llevaba 15 productos escondidos en la ropa", comentó Xiu Can a LA NACION.
Su colega Chen Xiangue, de un austoservicio sin nombre de Defensa al 600, coincide: "Hay gente que roba por necesidad, pero otros lo hacen por diversión. A nosotros nos representa el 2% de la facturación".
Uno podría pensar que hay zonas de un nivel socioeconómico más alto donde los "mecheros" no aparecen. Pero resulta que son un gremio muy amplio. En Puerto Madero, la gerente de un local de Farmacity, Vanesa, echa por tierra esa hipótesis. "Pasa todo el tiempo. Yo vengo de un local en el Once, y allá era normal; pensé que acá no pasaba, y es casi igual", dijo.
De todos modos, el relevamiento del Grupo Hasar, del cual participan 18 cadenas de supermercados que representan el 70% del total, arroja que, por ejemplo, el consumo en el interior del comercio representó el 41% de los hurtos en 2006.

Hoy bajó casi a la mitad.
En cambio, en 2008, la tendencia fue el cambio de códigos de la mercadería, que significó el 15,8% de los hurtos, cuando en 2006 marcaba el 9,9 por ciento.
Gastón Postorivo atiende un quiosco en Bouchard al 400, en el centro porteño. Su clientela son mayormente los típicos oficinistas. "Hubo un chico que venía una o dos veces por semana y atacaba los helados. Un día lo paramos y, cuando abrió la mochila, llevaba un sándwich, una gaseosa y un helado", relató el comerciante.


Un trastorno peligroso
La cleptomanía se define como trastorno del control del impulso irrefrenable de robar objetos que, después, no son usados con fines lucrativos y que no necesariamente producen satisfacción personal en su uso. A veces, la satisfacción proviene sólo de juntar esos objetos.
Algunas estadísticas sostienen que está presente en un 5% de los ladrones de tiendas. Se menciona también que dos de tres episodios están protagonizados por mujeres, pero no hay aún explicaciones claras sobre el motivo de esta diferencia.
El comportamiento está asociado a diversos cuadros clínicos, entre ellos, el trastorno obsesivo compulsivo, algunas neurosis y diversos trastornos de la personalidad. Ante la intención de frenar el impulso, la persona fracasa reiteradamente; por eso, algunos lo proponen como un tipo de adicción. Puede asociarse a compras compulsivas, trastornos de ansiedad, depresión o trastornos de la conducta alimentaria.
En general, se relaciona con personalidades inmaduras, que refieren insatisfacción o privaciones afectivas o materiales a las cuales responden con conductas infantiles (tomo lo que necesito cuando lo necesito). No se trata de robar por falta de medios.
Las consultas para tratar este tipo de patologías no son frecuentes. Parte del trastorno se basa en el ocultamiento o la mentira.
Psicoterapeuta docente del Departamento de Salud Mental de la UBA y director del Instituto Estres Trauma Buenos Aires
Psicoterapeuta, docente del Departamento de Salud Mental de la UBA y director del Instituto Estrés Trauma Buenos Aires

lanacion.com

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