martes, 20 de abril de 2010

Internet y celulares: nuevos ámbitos de consuelo y manipulación de la biografía

Internet y el teléfono celular son una poderosa fuente de consuelo disponible, permanente e instantánea, para aliviar el sufrimiento social y personal que provocan las enfermedades físicas, los padecimientos psíquicos, las adicciones, la estigmatización, la amenaza de disolución familiar y el riesgo de fragmentación biográfica. Necesitamos consuelo porque las fuentes que tradicionalmente nos brindaban certidumbres están erosionadas real e imaginariamente. El vínculo social que permitía integrar nuestras biografías en un imaginario colectivo e histórico de pertenencia se ha fragmentado y debilitado.
Los relatos que tradicionalmente organizaban el sentimiento de pertenencia a comunidades imaginarias como la nación, la patria, o el ser nacional, han menguado su capacidad de cohesión frente a los embates de la globalización. Lo mismo sucede con las instituciones tradicionales como la familia, la escuela, la colonia, el trabajo, el sindicato y los partidos políticos, que ya no son lugares evidentes de integración e identificación. Internet y el teléfono celular nos brindan la posibilidad de recrear y nombrar permanentemente los vínculos afectivos, generando realidades paralelas donde se multiplican los escenarios que nos confirman una y otra vez que existimos y que los otros existen para aliviar la incertidumbre.
Por eso nos produce tanta angustia olvidar o perder el celular o la lap top más que cualquier otro objeto, porque apreciamos profundamente no sólo la posibilidad de cargar o guardar nuestra biografía, sino la de rehacerla y manipularla. Posibilidad que nos permite recuperar todo lo que hemos perdido, olvidado o extraviado en el camino: amigos de la secundaria, compañeros de la militancia, novios de la adolescencia, primos en el extranjero, el árbol genealógico, amores platónicos, recetas familiares, imágenes de la niñez, canciones y publicidades de moda en nuestra juventud, y, por supuesto coleccionar mucha información sobre los aspectos más inocuos o trascendentes de la vida. En esos escenarios virtuales la identidad y el cuerpo pueden ser objeto de recomposición, y la biografía, amenazada de fragmentación y del sin sentido puede recuperar o rehacer su sentido individual y social.
Internet instaura un tipo de amalgama simbólica en la subjetividad contemporánea de una generación que se quedó a caballo entre dos siglos, marcada por el fin de las utopías de cambios revolucionarios en el siglo pasado, y renuente a creer en las nuevas utopías que la tan mentada Sociedad de la Información y del Conocimiento promete para el futuro.

SER OTRO SIENDO EL MISMO
A pesar de las innegables diferencias que separan a estas generaciones con las que ya nacieron en la era digital, y también de los procesos disímiles de apropiación de dicha tecnología, Internet se vuelve central en el proceso de manipulación y recomposición de la biografía de quienes lo utilizan. En el caso de las personas de más de cuarenta años, la emergencia de dicho proceso se expresa en la nostalgia de las certezas ontológicas de la niñez y de la adolescencia, y en la recreación y ampliación a través de Internet de la intimidad que les permite un viaje hacia las profundidades de la memoria mediante un ejercicio de autorreflexividad. Por el contrario, en los jóvenes, la experiencia de “retocar” la biografía se da a la inversa: deviene desde las profundidades del anonimato a la visibilidad cuasi obscena de la superficie.
La palabra “manipulación” tiene dos significados asociados a la conducta humana. Según el diccionario Pequeño Larousse Ilustrado (1997) (disculpe el lector si no consulté Wikipedia), una literal que refiere a la acción de hacer las cosas con las manos -operar con las manos o con cualquier instrumento-, y otra metafórica que significa “gobernar los asuntos propios o ajenos”. La segunda, en el uso coloquial suele tener una connotación negativa, pero para el caso de este apartado, manipular tendrá los dos sentidos mencionados, el literal y el simbólico, más no la connotación negativa.
Internet requiere de las manos para poder ser utilizado. Aunque ya existan computadoras con sofisticados lectores y decodificadores de la voz, es indudable que el acceso y la apropiación de Internet están mediados por las manos. Las manos expresan, más que cualquier otra parte del cuerpo, nuestro hacer en el mundo. El diccionario recupera más de cincuenta expresiones de uso metafórico como: “hecho a mano”, “mano a mano”, “la mano derecha”, “estar a mano”, “traer entre manos”, “cargar la mano”, “a manos llenas”, “de segunda mano”, “con las manos en la masa”, “petición de mano”, etc. A través de ellas creamos, gesticulamos, ordenamos, destruimos, envolvemos, aplastamos, plegamos, partimos, alisamos, revolvemos, acariciamos, golpeamos, ejercemos la ternura o la violencia, acercamos o alejamos a los objetos y a las personas y, por supuesto, escribimos y tecleamos en la computadora y en el celular. En pocas palabras, con las manos asimos y soltamos desde muy pequeños al mundo que nos circunda.
Es difícil pensar entonces, que la operación de manipular la computadora tenga sólo un sentido instrumental, por el contrario, encierra una profunda carga simbólica que remite al segundo sentido del diccionario: “gobernar los asuntos propios y ajenos”.
Es indiscutible que en los circuitos del poder económico, político, militar y científico, el dominio y manipulación de esta tecnología les permite realmente ejercer el control sobre “los asuntos propios y ajenos”, pero para la mayoría de los mortales dicho control es imaginario.
La computadora expresa, al igual que cuando éramos niños, nuestro escaso y omnipotente dominio del mundo. De niños, la relación con los objetos pequeños y manipulables, a los cuales chupábamos, sacudíamos, abríamos, y tirábamos con curiosidad, placer o enojo, eran todo el espacio posible no sólo para elaborar el duelo de separación de la madre, sino para conocer y aprehender el mundo. En nuestro mundo de adultos, donde la incertidumbre se ha vuelto la moneda de cambio de todas las operaciones cotidianas de compra-venta de certezas, la computadora y el celular, cual ositos de trapo, tienen un efecto calmante cuando nos ayudan a restituir el sentimiento de recuperar el control sobre nuestra biografía y circunstancias.

NI ON LINE NI OFF LINE
La propia biografía amenazada de fragmentación y de “sinsentido”, se reinventa ella misma como una fuente de sentido, paradójicamente, a través de la mediación de los relatos mediáticos y las nuevas tecnologías de comunicación, espacios ilusorios pero con una gran eficacia simbólica para reunir imaginariamente los pedazos.
Este universo simbólico cada vez más se repliega a la propia biografía, a lo propio, y a lo próximo recreado virtualmente, por eso la mayoría de nuestros intercambios virtuales son con personas conocidas y afines, o con redes profesionales que se mueven en nuestro campo de especialización laboral, académica o profesional.
El amor y los afectos cuando se expresan en Internet no son un stock disponible de sentimientos que las personas se meten a bucear dentro de la Caja de Pandora de la red, aunque la acción explícita y la intención declarada sea ésa. Internet no es algo que ocurre fuera de las personas, ni tiene una externalidad ajena a la experiencia humana aunque esté mediada por un soporte tecnológico.
La manera como la bibliografía dominante se ha ocupado del tema ha separado en dos ámbitos -on line y off line-, la experiencia del sujeto con las nuevas tecnologías de comunicación. Cuando, en realidad, los usuarios en sus prácticas nunca separan su experiencia íntima de su experiencia con Internet. Aunque reconozcan las diferencias entre ambos mundos y sus formas de comunicación, la experiencia los integra subjetivamente y les da un sentido que trasciende esas diferencias.
El tipo de apropiación que hacen de Internet también es bastante significativa del sentimiento que envuelve a esta generación de haberse quedado atrapada entre el sino existencial de dos siglos, donde uno reniega del otro. El extrañamiento que les produjo el acceso a la nueva tecnología fue resuelto convirtiéndola en una ampliación de su propia intimidad, pero que no se extiende hacia afuera de sí mismos sino hacia el interior de sí mismos. La palabra clave que teje el espacio de mediación simbólica entre su experiencia de vida y las viejas y las nuevas tecnologías de información, es conexión. Conectarse con los antiguos y recientes conocidos tanto reales como virtuales, conectarse con el pasado y con el futuro, pero sobre todo conectarse consigo mismos. El espacio de integración de la operación física y emocional de conectarse en la subjetividad no se da en la máquina sino en el individuo.
Las palabras red y conexión preexisten a la computadora y a Internet con varios sentidos literales y metafóricos, la novedad ahora es que a partir de Internet nunca habían expresado de manera tan explícita diversas realidades de inclusión y exclusión comprendida la digital, y nunca habían denotado tanto a la naturaleza de los vínculos sociales.
Pero en cualquier caso el impulso de conectarse y de entrar en conexión con otros no obedece intrínsecamente a necesidades sistémicas de la red, sino a una necesidad individual que encuentra su impronta social y cultural en procesos acarreados por la modernidad y que preceden en mucho a las “Tic”.
De todos los ámbitos de la experiencia mediados por sistemas abstractos, Internet es el más abstracto y también el de naturaleza más reflexiva. No existe ninguna otra tecnología que tenga la capacidad de generar tanta reflexividad sobre sí misma, porque su propia condición de existencia implica múltiples actos simultáneos y diferidos de reflexividad en red. No hay manera de estar en Internet sin reflexionar sobre sí mismo y sobre los otros. Desde sus formas más elementales hasta sus formas más elaboradas, Internet requiere de un proceso de reflexividad explícito para poder ser utilizado.
A pesar de las múltiples opciones que nos presenta para crear y editar cualquier clase de texto o imágenes, ninguna de ellas “están dadas”, no existe un habitus en el sentido de Bourdieu que nos habilite a usarlas sin producir un acto de reflexividad explícito.
Además de contar con las habilidades necesarias para poder manipular dichas opciones, escribir, chatear, participar, postear, responder, e incluso hablar a través de una cámara, implica seleccionar una forma de organizar y comunicar las ideas entre muchas posibilidades que a diferencia de la vida cotidiana “no están dadas”.
En el sentido expuesto, no estoy muy segura de coincidir con las opiniones compartidas de que las relaciones en Internet se caracterizan por su bajo nivel de compromiso y volatilidad. Más bien constituyen la forma más radical de lo que Giddens denomina “las relaciones puras” propias del periodo más avanzado de la modernidad. Internet se amalgama muy bien con lo que este autor denomina el proceso de “transformación de la intimidad”.
Por último, se me podrá señalar, y con razón, que la mayoría de la gente no tiene acceso a Internet, y entre quienes lo tienen, muchos no lo usan para buscar pareja, corregir el mal timing de un encuentro amoroso potencial, o realizar una fantasía de amor adolescente.
Pero nadie me podrá negar que la mayoría de nosotros alguna vez no hemos fantaseado, añorado o recreado ese lugar ontológico de las primeras experiencias amorosas, o no hemos deseado un encuentro mágico que nos ayude a sobrellevar el tedio de las rutinas cotidianas o la angustia de esas mismas rutinas amenazadas de riesgos e inseguridades de diverso tipo.
La diferencia con los que poseen Internet es que la red les permite realizar sus fantasías sin asumir demasiados riesgos y ampliar las probabilidades de que éstas ocurran.
Muy pocas historias de amor on line tienen happy end, aunque todos conozcamos un caso exitoso la mayoría no se logran (ni tampoco se conocen porque son secretas), porque no estuvieron destinadas a tener un final feliz sino a resanar, calmar o cicatrizar nuestra biografía herida de incertidumbre.

criticadigital.com

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