lunes, 5 de abril de 2010

La carta de Ricky Martin reavivó el movimiento de "salida del clóset"

Que haya que salir a "confesar" públicamente la orientación sexual cuando las presiones sociales acorralan, es discutible. Pero quienes transitaron por ese túnel de aceptación, saben que cuando un personaje público decide "salir del clóset" y sostenerlo con orgullo, ayuda a quebrar otro pedacito del prejuicio ¿antiguo? del gay como alguien enfermo, pervertido, pecaminoso. En la Argentina, ya lo había hecho Julio Bocca cuando le contestó a Lanata "no soy gay, soy de los dos". Ya lo había hecho el periodista Osvaldo Bazán: "Siguiendo una tendencia que los famosos apuntan, alguien anunciará su condición gay. Como el autor de esta nota", había escrito en una revista. Y Fernando Peña, que pedía que lo saludaran por la calle "hola, puto lindo", que tenía un espacio en la radio para que los gays llamaran y jugaran al "puti frutti" y otro para que los "tapados" gritaran con nombre y apellido "soy putooo". Esta semana, Ricky Martin dijo "soy homosexual" y se reavivó el movimiento del "coming out".
La Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que tiene un manual llamado "Salí del clóset", recibió en esta semana corta 30 consultas de jóvenes que pedían ayuda para "blanquear" su orientación sexual. "Esto sólo había pasado en casos puntuales, como cuando Juan Castro o Julio Bocca revelaron su orientación sexual en los medios", recordó Pedro Paradiso Sottile, encargado del área jurídica. "Y pasó algo que es mucho menos frecuente: algunas de las consultas fueron de padres que se dieron cuenta de que tienen un hijo o una hija gay pero no saben cómo hablar con ellos". Cada jueves, en la ONG "La Fulana" unas 50 mujeres lesbianas y bisexuales se juntan a reflexionar: "Hay muchas chicas que vienen en secreto porque todavía no saben cómo contárselo a sus familias. Salir del clóset es un proceso doloroso pero liberador a la vez: es asumir el riesgo de que las echen de sus casas, de que sus viejos no les dirijan más la palabra o que las echen del trabajo. Este miedo es muy común en las docentes", cuenta su coordinadora, Claudia Castro. Es que los que esperan fuera del clóset, también tendrán su proceso: "El otro día, una chica contaba que su mamá le dijo 'prefiero que seas prostituta antes que lesbiana'. Los padres necesitan tiempo para entender que les puede tocar un hijo gay. Y a ellos nadie les enseñó cómo se hace".
Pero el problema no es sólo el afuera: "En muchas aparece la 'lesbofobia internalizada', que es el rechazo a su identidad sexual. Dicen 'yo estuve una sola vez con una mujer', hasta que se terminan aceptando. Incluso vienen muchas que reprimieron, se casaron y tuvieron hijos y ahora están tratando de liberarse de los mandatos sociales, como "ser hétero' o 'tener una familia", cuenta. Graciela Balestra, psicóloga de la ONG "Puerta Abierta", suma: "La mayoría dice 'a mi mamá no se lo puedo contar porque es muy mayor' o 'soy el único hijo varón y les corto el apellido'. Suele ser más fácil para los que tienen que contárselo a sus hijos porque los chicos no están contaminados con los prejuicios con que crecimos los grandes".
"Al principio los padres lo niegan, creen que es cosa de adolescentes. Pero la orientación sexual no es algo que se elige, como ser abogado o hincha de River. Y ellos pueden ayudarlos: no es lo mismo que digan 'qué valiente Ricky Martin' a que digan 'otro puto de mierda", dice Sottile. Es que él vivió eso de creerse los prejuicios: "Cuando era chico lloraba delante del espejo y me buscaba manchas rosas en la piel. Todas las noches. Pensaba que como era gay tarde o temprano iban a aparecer. Con poco, los padres pueden hacer que sus hijos no vivan así".
clarin.com

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