viernes, 11 de marzo de 2011

La moda del no compromiso, el peor de los males

Por temor a depender afectivamente de alguien, miedo a repetir errores pasados o por querer eludir relaciones estables, muchos son los que, en los tiempos que corren, eligen eso de “mejor solos que mal acompañados”   

Hemos caído en una moda que nos preocupa, la del no compromiso. La de relaciones casuales, sin sentimientos que intermedien, sin estabilidad, sin significantes, sin emociones circundantes. La falta de apego, el ausentismo, la falta de empatía y de disposición para encarar una relación.

¿Qué se esconde detrás de esta dificultad para tener una relación de pareja? ¿Será que el temor al fracaso es el peor enemigo de las relaciones afectivas humanas? ¿Será que los pensamientos boicoteadores son los que amenazan nuestra vida emocional?

Sin duda esto sucede en nuestro mundo emocional actual, en el que la diversión es la meta y el objetivo trazado para evitar relaciones que prometen en algún momento cierto destello de sufrimiento.

Porque no estamos preparados para conllevar una relación estable, no estamos educados para los conflictos de esta naturaleza, evitamos toda especie de circunstancia que nos hunda en los miedos, en los traumas añejos, en las vivencias del pasado, eludimos las sensaciones que se manifiestan imponiéndose y advirtiéndonos acerca de los posibles fracasos y permanentemente fracasamos incurriendo en modelos que no queremos conservar, sólo por protegernos de lo que nunca accedemos a conocer porque nos inundan los miedos.

Nos convencemos de que es mejor estar solos que mal acompañados y vamos por la vida fingiendo una sonrisa simulada de felicidad que acorta los plazos de momentos felices y circunscribe la felicidad a un marco que es agotable.

Vivimos solos porque queremos estar solos, las personas me consultan acerca de algo que se les vuelve inevitable, lo relatan como si fuera una condena, pero es así porque todos nos condenamos al abismo de la soledad, evitando, poniéndonos en ese lugar de superados, como contra cara de sentir que dependemos afectivamente de alguien.

Es verdad que la tristeza alberga en estos corazones solitarios, que se muestran como súper avanzados cuando, en realidad, los encubre una sombra de tristeza que los hace agonizar día a día. Sin la tibieza de una mirada que despierte la pasión, sin la caricia que cobija, sin el beso del ser amado, robando besos como si fueran ofrendas y multiplicando amarguras al llegar a casa y encontrarnos con el silencio traumático del ausente, del que nunca estará ocupando ese lugar que anhelamos sea cubierto por alguien.

¿Dónde buscar? ¿Dónde encontrar lo que buscamos? Una pregunta filosófica que encierra una única respuesta: no es dónde buscarlo o cómo encontrarlo, sino la apertura a lograr el encuentro. Siempre aparece cuando estamos dispuestos a vivirlo, a transitar los miedos, a cuestionarnos y darnos cuenta que siempre aparecerán situaciones para resolver pero es parte del amor, y del crecimiento individual, poder enfrentar las batallas y los conflictos que se generan entre los vínculos y sortearlos fácilmente.

La moda del no compromiso promete irrealidades y asegura a corto plazo la sensación de estar exento del dolor, sin embargo, creo fehacientemente que no nacimos para estar solos, que no vivimos creyendo que solos alcanzaremos los mayores logros. La mayoría de las personas suelen sufrir en extremo por la sensación de soledad y buscan llenar vacíos con cosas triviales o circunstancialmente reconociendo que después esa sensación de sentir el silencio permanente se vuelve una amenaza para el resto de los compromisos, y para manejarse en otras áreas.

La moda del no compromiso, es el peor de los síntomas actuales, el peor de los males, una epidemia que fortalece a simple vista, pero en la profundidad del ser, aparecen esas señales que anuncian la decadencia como seres integrados.

La moda del no compromiso es hoy en día el planteo nuevo que debemos enfrentar en todas las generaciones sin límite de edad, ni de clase social, ni siquiera de sexo. Siendo esto lo llamativo, ahora no sólo la queja pertenece al mundo femenino, sino que es un nuevo problema del sexo masculino.

Por: licenciada Sandra Lustgarten, psicóloga y sexóloga
infobae.com

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