sábado, 5 de marzo de 2011

Nuevas tribus turísticas: los Lohas


Los ecoturistas quedaron atrás, ahora los que la llevan son los Lohas, una suerte de versión integral y reloaded de los anteriores. Lohas responde a Lifestyles of health and sustenability (Estilos de vida de salud y sustentabilidad) y es una tribu urbana en crecimiento.
Estos chicos, los Lohas son gente consciente: de su salud, del medio ambiente y de la justicia social. Se trata de personas bien educadas y con dinero. Por supuesto, son muy informados, usuario de las redes sociales y nuevas tecnologías. Se los reconce como el nuevo segmento de consumidores premium del turismo.
Según estadísticas que encontré por ahí, en Estados Unidos el 19% de la población adulta pertenece a ese grupo, y en Alemania, sí, sólo en Alemania, alrededor del 20 %. Ahora bien, es raro ver un Loha en América del Sur. Más que raro es difícil, quizás tanto como ver un huemul en la Patagonia. Pero poco a poco van a llegar. No los huemules, ésos lo dudo, me refiero a los Lohas.
Mientras leía las características de esta nueva tribu, se me aparecía la imagen de ese austríaco flaco, largo y con modales de príncipe que conocí en un restaurante de Coroico el año pasado. Ahora que lo pienso, era un LOHA, seguro. Hasta podría haber sido el presidente de los Lohas United.  Se pasó media hora dando cátedra sobre el comercio justo y explicando por qué era importante que fuera comprar a ese lugar donde, claro, las artesanías costaban el triple que en la calle. Después del fair trade pasó al cambio climático y casi sin pausa, a la ecología. “No, gracias, no como carne”, me dijo cuando le recomendé una chuleta deliciosa. Antes de irse, mientras miraba de reojo mi plátano frito comentó algo sobre la importancia de los productos orgánicos y frescos.
No hay caso. Siempre me pasa lo mismo cuando me cruzo con un consumidor excesivamente consciente. Me siento pecadora, mal alimentada, poco involucrada con los problemas del mundo, anticool, definitivamente mal.  Quiero ir corriendo a confesarme, aunque no sea creyente. Por suerte esa sensación dura sólo unos instantes, enseguida recuerdo unas mollejas con mucho limón. Y sonrío.
viajeslibres.com

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